Fui a Tangamandapio porque me habían dicho
que ahí residía mi abuelito, un tal Jaimito el cartero. Su esposa la
cartera me lo comunico. Y
yo le jure que iría a molestarlo en cuanto ella se fuera a chihuahua. Le
estruje sus pies en señal
de respeto, pues ella estaba por irse a no que casa en chihuahua y yo en un
plan de jurarlo todo. "No dejes de ir a buscarlo -me lo grito. Se llama así
y asa. No Tengo la seguridad de que le va dar agrado verte." Entonces no
pude hacer nada sino decirle que tal vez lo haría, y de tanto gritárselo
se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo sacarlas
de sus piernas frías.
Juan Rulfo
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